Un “cosmorama” es un “Artificio óptico que sirve para mostrar los objetos mediante una cámara oscura” (RAE); bajo ese nombre, la revista Cosmorama (1943-1945) fue el espacio donde se nucleó una serie de poetas que, sin acusar pertenencia estética inflexible, participaron en la llamada “generación del 40”, reaccionando frente a las vanguardias de los años veinte para recuperar la lógica del “canto” y la “belleza” que, desde su perspectiva, caracterizarían a la práctica poética. El grupo editó en dos años los nueve números de la revista Cosmorama; organizó lecturas (una “antología oral”, según se difunde en la revista); dio nacimiento a una editorial homónima que publicó a parte del equipo de la revista, y hasta tuvo participación sistemática en un programa radial rosarino. Su consejo de colaboradores y “ordenadores de la revista”, según llaman en la publicación a su equipo de dirección y redacción, funcionó centralmente en Rosario y Buenos Aires, aunque también recibió sistemáticamente colaboraciones de Córdoba, Paraná, Santa Fe, Salta, La Plata y Montevideo, entre otras ciudades argentinas y latinoamericanas. El equipo de “ordenadores” fue mutando de número a número, aunque autores como Ernesto B. Rodriguez —desde Buenos Aires— o Mario Briglia y Nélida Esther Oliva —desde Rosario—, escriben y forman parte del grupo editorial de principio a fin de la revista. Fue plataforma para que también publicaran quienes ya comenzaban a tener importantes trayectorias en el campo cultural: Juan José Manauta, Juan L. Ortiz, Manuel J. Castilla, José M. Castiñeira de Dios, Horacio Jorge Becco, Joaquín Giannuzzi, Hugo Padeletti y Ulyses Petit de Murat, entre otros.
Digitalización: Ana Lía Rey