“Esta revista —dice Tomás Abraham en el primer editorial de La Caja, de septiembre-octubre de 1992— es una pequeña hebra en el gran pajar de nuestra cultura. Nuestras ambiciones son tan limitadas como su tirada, nuestros recursos son escasos, me refiero a los simbólicos. No tenemos mártires definidos, no pertenecemos a ninguna línea política, nuestra ideología es confusa, para decirlo con suavidad, no creemos que el peronismo se defina por las escuelitas que construyó, ni el radicalismo por los barrios sensibles y la participación, ni la izquierda por la solidaridad. Lo que sí sabemos es que estamos en un país que no es igual al mundo, es distinto, su corrupción es distinta, su cholulaje también lo es, su viveza es única, su violencia es característica, el signo de sus amenazas también. Quiero decir que todos estamos de acuerdo en que vivimos un momento de transición democrática. El problema es conocido: no sabemos hacia dónde. Así es nuestra sal y pimienta, la de los argentinos, parecen seres fugaces. Vienen de algún lado, se están por ir, cierran algún negocio, inventan otro, consiguen una nueva beca o alguien nuevo a quien admirar, o denunciar, están en la mayor de las desgracias o en vísperas de un milagro, entran al primer mundo, pero no salen del tercero, así es la gracia, el resplandor y la permanente agitación… en lo mismo… (…) El ajuste de una economía es materia de opinión, pero el ajuste cultural es la muerte de un país. Por eso la famosa libertad, el símbolo de la modernidad, jamás puede ser prudente, la libertad siempre es un exceso, y el campo cultural debe estimularla. Es suficiente con decir que nuestro lenguaje no sólo conoce la palabra represión, sino ‘excesos’ de represión. Pero insisto en que el exceso debe cambiar de bando. (…) Esta es una revista de contrastes, luz y sombra absolutos, de fundamentalismos lumínicos, de blanco y negro, de solarizaciones, de imágenes de luz blanca y bordes oscuros, de Fritz Lang. De literatura, filosofía, cine, de autopsia. La idea es simple. Si me abrieran el cuerpo después de mi ida al cielo, y se viera mi historia cultural, ¿Qué mostrarían mis neuronas? ¿Quién lo sabe? ¿Unas mil doscientas películas? ¿Cuatro mil libros? ¿Cuántas imágenes y cuántas palabras? No sé. Pero esta revista es la imagen de esta autopsia posible, está hecha con nuestra memoria, y nuestras irremediables ganas. Abramos la caja, veamos que trae”.
La Caja
Director: Tomás Abraham
Fechas de publicación: septiembre-octubre de 1992 a noviembre-diciembre de 1994
Cantidad de números: 10
Lugar de edición: Ciudad de Buenos Aires
Digitalización: Sylvia Saítta. La digitalización de esta revista se realizó en el marco del Proyecto Mecenazgo, Fundación Banco Galicia.