Dirigida por Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal, con un único número que data de 1929, Libra no deja de ser una esquirla de la explosión que terminó con Martín Fierro, cuando algunos de sus integrantes más conspicuos apoyaron públicamente la campaña presidencial de Hipólito Yrigoyen, y Evar Méndez, furioso, tiró del mantel. Pero Libra es mucho más que eso. La revista recompone y desarrolla,  a veces con modos que anticipan los de las teorías literarias, las armas de la vanguardia martinfierrista, fundamentalmente el predominio de la metáfora. Pero eso sí: con un sesgo que le va haciendo lugar a la forma más específicamente marechaliana de esta vanguardia. Dos artículos de Libra destinados a perdurar, colaboran indirectamente con esto: el de Alfonso Reyes sobre las jitanjáforas y el prólogo a la “Novela de la eterna” (sic), que Macedonio Fernández publica en la revista. El primero promueve, para toda literatura, la primacía de la sensación frente al sentido. “Andamos en la frontera de la ecolalia”, celebra Reyes. Con todo, la frescura del artículo no le resta erudición. Con el segundo empieza a establecerse que si Borges opta por la oralidad macedoniana, Marechal lo hace por su novelística. Los años lo confirmarían. Poemas de James Joyce y San Gregorio Nacianceno, el retrato de Bernárdez de un San Luis atentísimo a sus estudios literarios, suman esperables matices al conjunto. Libra, ya se dijo, consiste en un único número, riesgo que toda publicación periódica corre. Pero leyéndola, trabajando con su rica frondosidad, queda la impresión de que la discontinuidad obedece esta vez a que sus integrantes no se han guardado nada en ese comienzo.

Libra
Invierno de 1929
Libra nº 1