Esculpiendo Milagros se publicó entre mayo de 1992 y diciembre de 2001. Coincidió durante su existencia con la Ley monetaria de convertibilidad y se extinguió junto a toda una época de la Argentina que acabaría fugándose en helicóptero. En total fueron veinte números. Los primeros cuatro aparecieron con el nombre de Escupiendo Milagros (sin la ele). Luego, ya como Esculpiendo, se retomó la numeración desde el primero y se editaron otros 16, el último en formato tabloide. Dos consideraciones influyeron en aquel cambio. La primera, la recomendación de un contador de comenzar desde cero para legalizar la revista. La otra, un debate acerca de la línea editorial que impulsó a una parte del staff originario a fundar otra publicación más pop bajo el nombre de Revolver.
La revista surgió de un taller privado de música que dictó Norberto Cambiasso durante 1991. Un grupo de jóvenes asistentes, por entonces sin mayor experiencia en los medios, obró como estímulo inicial para que la publicación se materializara en los quioscos. Cambiasso fue el editor general y compartió las tareas de dirección con Emilio Bernini. Los hacedores pioneros fueron, además de los mencionados: Marcelo Aguirre, Pablo Azcoaga, Daniel Flores, Esteban Bitesnik, Alfredo Sainz, Ernesto Martelli y Diego Andrasnik. Pronto se agregaron firmas experimentadas como las de Alfredo Rosso, Alfredo Grieco y Bavio (quien contribuyó, y mucho, en las tareas de edición), Ernesto Montequin, Luis Chitarroni, Daniel Renne, Claudio Koremblit, Marcelo Montolivo. A medida que se sucedieron los números, el staff de colaboradores se renovó con la llegada de Daniel Varela, Pablo Strozza, Jorge Luis Fernández, Juan José Betbeder, Nicolás Diab, Damián Damore, Cristina Fangmann, Sergio Di Nucci, entre otros. Eduardo Krumpholz se encargó de la producción general de la revista. Anabella Salem, el propio Krumpholz (al comienzo junto a Mariú De Santo), Lucas López y Andrea Torti fueron los responsables sucesivos del diseño gráfico.
“Música en todas las direcciones” era su consigna. Y Esculpiendo pugnó siempre por permanecer fiel a ella. En sus páginas se dieron cita géneros y vertientes musicales de lo más disímiles: pop, rock, noise, electrónica, jazz, música contemporánea y experimental. No faltaron tampoco artículos sobre cine, literatura y artes visuales. Las secciones sobre discos, libros, recitales y noticias en general se complementaron con notas sobre grupos clásicos y modernos. Una de sus características más sobresalientes consistió en la publicación de extensos dossiers e informes sobre diversas escenas musicales del mundo. El gusto por las manifestaciones de vanguardia y los sonidos heterodoxos convivió con una conciencia aguda de la importancia de la historia, lo que provocó revisiones muy completas de ciertas músicas del pasado. Y la línea editorial recusó el tradicional anglocentrismo de la crítica musical para considerar otros desarrollos sonoros, que abarcaban al continente europeo, nuestra región latinoamericana y hasta ciertas zonas de Asia y del Pacífico.
Con la perspectiva histórica, puede decirse que Esculpiendo Milagros constituyó un intento de aggiornar la crítica y acercar el mundo a través de la música. Y lo hizo antes de que la revolución digital demostrara que esta ambición, que pudo parecer utópica en nuestros atrasados noventas, era perfectamente posible.
Ahira agradece a Norberto Cambiasso el préstamo de los ejemplares para su digitalización