Latido se publicó en la ciudad de Buenos Aires, entre julio de 1999 y marzo de 2002. Fue creada y dirigida por Daniel Ulanovsky Sack quien, en la presentación de la revista que se adjunta en esta página, cuenta que su comienzo sucedió, muchos años antes, en un bar de la Plaza Guadalupe, donde esbozó el espíritu, el tono, la voluntad de crear un clima de diálogo entre los periodistas y los lectores. Años después, mientras trabajaba en Clarín, se dio cuenta de algo diferente: “que los encuentros post-noticia generaban más entusiasmo que los debates sobre las coberturas en desarrollo. Sentí que había encontrado una clave de la revista que aún no tenía nombre: necesitábamos un periodismo de lo íntimo, de lo que somos y no de lo que hacemos. Un medio que no hable de lo que pasa sino de los que nos pasa. Integrar nuestra cultura de época con las ilusiones, pasiones y fantasmas que cada uno potencia. Recrear el clima del espacio compartido para hablar de lo que nos traba y de lo que nos permite volar”.

La propuesta fue, entonces, hablar del mundo privado, de develar lo mucho que sucedía puertas adentro. Ulanovsky Sack contó con un grupo de periodistas y escritores que se animaron: desde Alan Pauls a María Moreno, desde Leila Guerriero a Héctor Tizón, Marta Dillon, Raquel Garzón, Marcelo Birmajer, José Pablo Feinmann, Manuel Vicent, Pablo de Santis, Elena Poniatowska, Luis Gruss, Lucas Guagnini, Patricia Kolesnicov, Ezequiel Fernández Moores, Leopoldo Brizuela, Analía Roffo, Sandra Russo, Reynaldo Sietecase, Antonio Skármeta, Guillermo Cabrera Infante, Daniel Link, Carlos Gamerro, Gabriela Liffschitz, Gabriela Cabezón, Pedro Mairal.

Los treinta y tres números de Latido se publicaron durante casi tres años. La experiencia no estaba acabada, pero en algo la revista no pudo diferenciarse: sufrió las mismas crisis que todos los argentinos, y la debacle de 2002 pudo más. No hay pena, hay alegría de haberlo logrado ese tiempo, en un país que obliga a remar a contracorriente. Es bastante.

Latido no sólo intentó un estilo intimista. Desde el inicio, supo que la experiencia, para marcar camino, debía exceder la lectura. Los textos eran imprescindibles, pero no suficientes. Se propuso generar un clima propio, un ecosistema. Por eso las fotos de autor, un diseño que sorprendía -pero que no jugaba a ser más inteligente que el lector-, una calidad de impresión que acariciaba. Latido se traducía en una experiencia: invitaba a sumergirse en sus palabras y apostaba a dejar huellas. Esa es la lectura y el periodismo que importan: los que no pasan desapercibidos. Los que duelen y emocionan. Los que permiten ver la otra cara de la luna. Si no toda, al menos un poquito. Con eso, ya alcanza.

Latido
Director: Daniel Ulanovsky Sack
Lugar de edición: Ciudad de Buenos Aires
Fechas de publicación: julio de 1999-marzo de 2002
Cantidad de números: 33

Digitalización: Sylvia Saítta

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