La revista tucumana Pucará. La Historieta Nacional apareció en julio de 1985. Desde su portada ya pueden verificarse una serie de posicionamientos político-ideológicos interesantes. La imagen estaba a cargo de Enrique Breccia: un guerrero al estilo incaico aparecía triunfante sobre una especie de marine futurista de la OTAN, yacente sobre un montículo pedregoso. De fondo, sobre el blanco, se recorta un sol tajeado. Los créditos debajo del logo de diseño andino precolombino rezaban: “Tucumán – Rep. Argentina – América Latina”.
Según el testimonio de su director Arturo Arroyo, Pucará se decidió en el verano de 1982 entre un grupo de cuatro formado por Arroyo, Manuel Valdecantos, César Delgado y Antonio Ferreira, todos miembros del staff. El grupo se quejaba por la imposibilidad de competir con los paquetes de tiras sindicadas que compraban los diarios. Pucará sostenía una posición abiertamente latinoamericanista y antiimperialista; una especie de variante de la idea de “izquierda nacional” interpretada desde el campo de la historieta argentina. Esto parecía reforzarse con las adhesiones que celebraban la aparición de la revista, en particular la de dos figuras que sintetizaban los postulados de Pucará: la primera, Héctor “Mono” Di Palma, quien había sido jefe de redacción en la mítica revista de humor cordobesa Hortensia; la segunda, la del historiador Norberto Galasso, perteneciente a la corriente de la izquierda nacional.
La adscripción a la producción gráfica desde el interior del país y a la tradición de la izquierda nacional y popular componía el núcleo ideológico del proyecto de Pucará. En ese sentido, la revista no sólo se proponía como la continuadora de tradiciones en el contexto posdictatorial, sino que disputaba un sentido refundacional de la historieta desde un lugar periférico. Esto se sostuvo sobre tres ejes: la disputa por un canon construido en y desde la ciudad de Buenos Aires en detrimento de la periferia provincial; la resignificación y reapropiación de la figura de Héctor Oesterheld como padre tutelar y legitimador de ese canon; y el papel de la guerra de Malvinas como una constante presencia que Pucará elevó a principio ético y estético.
Después de dos números publicados en 1985, la revista reapareció entre abril de 1990 y febrero de 1991. Sin embargo, en los editoriales republicados y reescritos por Arroyo se notaba un claro giro hacia una derecha militarista, católica e hispanista. El nuevo lema era revelador: “La historieta será nacional e hispanoamericana o no será”. Esta segunda etapa estuvo signada por la desilusión generalizada después del derrumbe del proyecto alfonsinista; la crisis económica que complicaba el sostenimiento de una revista de historietas; las divisiones internas y el cambio de políticas económicas que perjudicaban la producción de material nacional por sobre la importación de saldos traídos de España, México o directamente de Estados Unidos.
En retrospectiva, Pucará como proyecto refundacional de la historieta argentina estaba condenado por dos cuestiones. La primera tenía que ver con su lógica hermética y dogmática, que giraba obsesivamente sobre los mismos temas en su visión patriótica y apocalíptica del país y su historia. La revista era en sí misma una gesta que pretendía aunar todo aquello que hacía a la “argentinidad” o al “ser nacional” a través de una reconfiguración discursiva basada en los géneros narrativos clásicos de la historieta argentina. La guerra, la figura del gaucho, la épica, la aventura, la fantasía; todo era puesto al servicio de “nacionalizar” la historieta en un momento histórico y político que significó un corte radical con esa idea de nacionalismo. La segunda cuestión fue la retracción del mercado de las historietas en Argentina que significaría el fin del modelo industrial tal como se lo había conocido durante la mayor parte del siglo veinte.
Queda preguntarse por el lugar que ocupa una revista semejante dentro de un campo específico de la cultura. Que su propuesta fuera demasiado radical e ideológicamente a trasmano de su época no alcanza para explicar el hecho de que lograra tener el apoyo a través de colaboraciones de algunos de los representantes más reconocidos de la historieta y el humor gráfico. De hecho, buena parte de ellos trabajaba para la revista Fierro y Skorpio, a las cuales Pucará ubicaba en sus antípodas estético-ideológicas.
Pucará
Director: Arturo Arroyo
Lugar de edición: San Miguel de Tucumán, Tucumán.
Fechas de publicación: julio de 1985-febrero de 1991
Números publicados: 8
Digitalización: Pablo Turnes