En octubre de 1973 se conoció públicamente la primera prueba de El Diario de los Chicos. Bajo la dirección de Marta Dujovne, el Departamento de Comunicaciones Sociales del Ministerio de Cultura y Educación lanzaba así un periódico destinado a los estudiantes de 6º y 7º grado de todas las primarias públicas del país. La propuesta reivindicaba para los niños el “derecho a saber lo que pasa todos los días”. Y los interpelaba como sujetos activos; instándolos a ser partícipes: “Queremos que cada chico sepa lo que quiere, tenga una opinión propia. Y para tener opiniones hay que estar informados”. Cada ejemplar tenía doce páginas y alcanzó a tener cinco ediciones, con diferentes grados de circulación. La última fue en agosto de 1974.
La idea original de El Diario de los Chicos fue de Marta Dujovne, quien se había formado en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, trabajaba como Jefa de Guías en el Museo de Bellas Artes y estaba interesada por la literatura infantil. El proyecto quería romper con un prejuicio extensamente arraigado en la sociedad: ese que permitía afirmar que las cuestiones de actualidad política, económica, social y cultural eran solo “cosas de grandes”. Para el diseño se inspiró en Le Journal du Monde, una enciclopedia histórica francesa para chicos, donde predominaban las ilustraciones. Por eso, recurrió al dibujante y diseñador Lorenzo Amengual, ya que la apuesta por los elementos gráficos era un elemento clave.
En octubre y noviembre de 1973 se hicieron dos “números 0”, impresos los talleres de Esquiú, que, como ensayo, llegaron a algunas escuelas, en las distintas provincias del país. Tuvieron una tirada de 90.000 ejemplares. El nº 1, de marzo de 1974, fue más limitado: por problemas de coordinación presupuestaria, tuvo una tirada de 3.000 ejemplares. Por eso, algunas de las notas de esta edición se repiten en las siguientes, cuando el proyecto alcanzó la escala que esperaba. El segundo y tercer número se imprimieron en Códex —que atravesaba un complejo proceso de estatización— y tuvieron una tirada de 600.000 ejemplares.
El staff de El Diario de los Chicos estuvo formado por Dujovne como directora, Amengual como diagramador e ilustrador y un docente, Pablo Medina, al que sumaron para orientar en aspectos pedagógicos. En la parte gráfica, Amengual se complementó con Jorge León Limura, un dibujante con quien ya había coincidido en La Hipotenusa y Satiricón. Además, colaboraron diferentes docentes vinculados, en su mayoría, a la Universidad de Buenos Aires: la socióloga Silvia Beatriz Dubrovsky, los historiadores Enrique Tandeter y Enrique Lynch, el biólogo Raúl Gagliardi, el químico Mario Repetto, el físico Julio Aranovich, entre otros.
Si abordar la actualidad para y con los chicos fue una primera vacancia que identificó el proyecto de El Diario de los Chicos, hubo otra, complementaria: trabajar con ellos la divulgación histórica a gran escala. Junto a las noticias de actualidad, el uso de las ilustraciones y las interpelaciones directas a los chicos, la historización fue una de las improntas sobresalientes del proyecto. Todas sus páginas —las de actualidad política, las de ciencia, las culturales— tejen relaciones con otros tiempos: contextualizar resultaba una herramienta fundamental para la comprensión de cada tema.
Hacia mediados de 1974 el proyecto parecía encarrilarse. Sin embargo, la muerte de Perón implicó algo más profundo que modificar la nota de tapa. Surgieron diferencias donde nunca las había habido, mientras crecían las amenazas. Llegó a salir el tercer número, pero su distribución coincidió con la remoción del ministro y el desmantelamiento de equipos como aquellos que habían integrado Comunicaciones Sociales. El nuevo ministro desarmó las iniciativas más osadas de la gestión previa y repudió públicamente que se hubieran hecho “un diario para chicos y muchas cosas desagradables”. Para octubre, el viejo equipo del Departamento se había desintegrado. Se inició un ciclo represivo que profundizó luego la dictadura, por el que los responsables y colaboradores de muchos proyectos culturales y educativos que se desarrollaron en este ámbito fueron amenazados, cesanteados de todos sus trabajos, detenidos y/o exiliados.