Entre los márgenes acotados en las posibilidades de definición de un espacio propio diferenciado, no explorado a nivel colectivo, Grumo nace en marzo de 2003, bajo la dirección de Mario Cámara y Paloma Vidal, a la que después se suman Paula Siganevich y Diana Klinger, equipo que se mantuvo hasta su cierre, en abril de 2013. La revista tiene una doble inscripción geográfica: Buenos Aires y Río de Janeiro, o como señala el itinerario de la etiqueta de viaje en la tapa del primer número: “ARGENTINA-BRASIL BRASIL-ARGENTINA”, con la que inicia sus búsquedas, su derrotero, su roteiro, en la conformación de “ese espacio común” a contrapelo del guión de la modernidad cultural americana y sus modos de conformación territorial de lo nacional, lo regional y lo continental. Grumo es una operación cultural que en su misma concepción despliega contenidos cruciales a los interrogantes sobre qué tipo de discurso puede construirse en este “entrelugar”.
La revista emprende, a lo largo de sus diez números y de una década, la conformación de un nuevo espacio común de representación que Raúl Antelo denomina el “entre-lugar argentino-brasileño”, un lugar simbólico que busca conjurar las centenarias modulaciones que la modernidad de las elites latinoamericanas selló sobre la base de la diferencia cultural y la obturación del Otro, de su palabra, de su potencia como sujeto. Precisamente “Grumo”, la nominación, si bien surgida de una circunstancia azarosa y culinaria, indica el vector de la revista: un compuesto indiferenciado, un pegoteo que se desecha de lo homogéneo, aquello que dificulta el tránsito llano en una superficie tersa, parte de una sustancia que se resiste a la homogenización, que está allí para denotar lo informe, la resistencia. Grumo, la revista, del mismo modo, va creando una zona de indistinción y de resistencia a la inercia de las tradiciones tabicadas, de recuperación de varios desechos de los homogéneos e impenetrables cánones nacionales, un “pegoteo” de retazos anacrónicos de movimientos y autores de ambos países puestos en relación en un nuevo tableaux, sin ninguna intención de crear un compuesto sólido: lo que no se puede unir por las vías de los discursos que “moldean” las tradiciones nacionales pero sí a través de una serie de vasos comunicantes del archivo que producen reconocimientos diferentes, disimétricos, y que la desclasificación contemporánea permite.
Grumo tiene una política del lenguaje muy nítida desde el principio: su bilingüismo desestima la separación simétrica, pero también la falsa fusión. Hay textos en español y textos en portugués, literarios y críticos, hay poesía en versión bilingüe, así como también hay un trabajo de cruce de lenguas que las hace convivir e inter-penetrarse en una deliberada indefinición. Textos y paratextos de la revista se resisten a la uniformación, a la previsibilidad de una u otra lengua. No hay verosímil lingüístico, no hay lengua prefijada para hablar de una literatura. Grumo configura un enunciador que desecha el portuñol y propicia un bilingüismo anfibio que entra y sale del español y el portugués generando un efecto “éxtimo”, de puente o pasaje, de “entre lenguas”: un permanente “pasar al otro lado” que termina volteando los tabiques de Tordesillas y creando esa “nação bilingüe” en ese espacio imaginario, tanto en los textos como en la gráfica, que también juega con el bilingüismo.
Grumo
Directores: Paula Siganevich, Paloma Vidal, Diana Klinger y Mario Cámara
Diseño: Esteban Javier Rico
Lugar de edición: Ciudad de Buenos Aires
Fechas de publicación: Marzo de 2003-abril de 2013
Números: 11
Dimensiones: 22 x 19 cm.
Digitalización: Mario Cámara